
Texto: Iana Melamed
Fotos: Viacheslav Stoianov
Revisado en Español por: Nicky Vargas
y la edición de:
Konstantin Kostovski
22.08.15
Hoy desayunamos con las sobras de ayer y salimos con las pilas bien cargadas. El viento sopla a favor y, casi volando cruzamos las colinas hacia la frontera de Saskatchewan. Esta noche queremos llegar a Cut Knife, donde se encuentra el tomahawk más grande del mundo. Al bajar de las bicis nos percatamos del frío que hace y del viento, que incrementa la gélida sensación térmica. El camping local es demasiado caro, así que seguimos dando vueltas por el pueblo para encontrar algún lugar donde podamos pernoctar. Durante la inspección nos cruzamos con una mujer que había viajado en bici de joven. Hablamos un buen rato y continuamos nuestra búsqueda. Poco más tarde nos la volvemos a encontrar y nos invita a montar la tienda de campaña en su jardín trasero. Es muy simpática y nos cuenta que hace ya muchos años se pilló un año sabático con el fin de dar vuelta al mundo. Al llegar a África, donde se suponía que iba a empezar su viaje, se enamoró y se quedó 11 años viviendo allí. Al final no llego Australia, ni a Japón, ni a América del Sur. Al poco vino amiga suya trayendo bizcochos caseros. Los canadieses son tan amables que no sé cómo nos vamos a ir de su país, aunque con este invierno suyo no creo que aguantemos 11 años.
Por la noche Slav se levantó para ir al baño y me despertó para ver la Aurora Boreal. Es impresionante, es algo vivo, las luces cambian y se mueven sin parar, es mágico. Después de tres meses en el norte de América el final es bastante oscuro, el cielo está despejado y hace el suficiente frío para que podamos ver este espectáculo natural. Estamos felices y agredecidos de poder contemplarlo.
Fotos: Viacheslav Stoianov
Revisado en Español por: Nicky Vargas
y la edición de:
Konstantin Kostovski
22.08.15
Hoy desayunamos con las sobras de ayer y salimos con las pilas bien cargadas. El viento sopla a favor y, casi volando cruzamos las colinas hacia la frontera de Saskatchewan. Esta noche queremos llegar a Cut Knife, donde se encuentra el tomahawk más grande del mundo. Al bajar de las bicis nos percatamos del frío que hace y del viento, que incrementa la gélida sensación térmica. El camping local es demasiado caro, así que seguimos dando vueltas por el pueblo para encontrar algún lugar donde podamos pernoctar. Durante la inspección nos cruzamos con una mujer que había viajado en bici de joven. Hablamos un buen rato y continuamos nuestra búsqueda. Poco más tarde nos la volvemos a encontrar y nos invita a montar la tienda de campaña en su jardín trasero. Es muy simpática y nos cuenta que hace ya muchos años se pilló un año sabático con el fin de dar vuelta al mundo. Al llegar a África, donde se suponía que iba a empezar su viaje, se enamoró y se quedó 11 años viviendo allí. Al final no llego Australia, ni a Japón, ni a América del Sur. Al poco vino amiga suya trayendo bizcochos caseros. Los canadieses son tan amables que no sé cómo nos vamos a ir de su país, aunque con este invierno suyo no creo que aguantemos 11 años.
Por la noche Slav se levantó para ir al baño y me despertó para ver la Aurora Boreal. Es impresionante, es algo vivo, las luces cambian y se mueven sin parar, es mágico. Después de tres meses en el norte de América el final es bastante oscuro, el cielo está despejado y hace el suficiente frío para que podamos ver este espectáculo natural. Estamos felices y agredecidos de poder contemplarlo.
23.08.15
Hoy, nuestra anfitriona se va de picnic al campo con sus amigas. Cuando éstas llegan, nos obsequian con unos regalos. Cada una de ellas había traído algo para nosotros, unos desconocidos cruzando su pueblo. Me pregunto si no reconocen en nosotros algo del alma aventurera de su amiga.
Esto viene a recordarnos que, en un viaje como el nuestro, no puedes planificar todo en detalle- ni la ruta, ni el tiempo, ni el viento-. Todo es tan inesperado que se debe vivir el momento y no debes que dejar de hacer el bien, para que lo bueno vuelva hacia ti.
Seguimos hacia North Battleford. Llegando, se nos acerca un indio loco, nos llama desde el otro lado de la carretera para enseñarnos algo interesante. Se trata una excavadora destruyendo un viejo edificio. Con el fin de que no nos preocupemos, nos explica que, las palomas que anidaban en el edificio no sufrirán porque hacía ya una semana que él se había encargado de mover sus nidos al edificio de al lado. Victor disfruta al máximo, mientras se sienta sobre el bordillo. Nos cuenta que ha viajado alrededor de 10.000km en autostop para conocer mejor los Estados Unidos. Como imaginamos, esto lo ha cambiado y le ha abierto la mente. Al despedirnos se lamenta de no tener unas hierbas dulces para hacernos un ritual tradicional indio.
Llegamos a Maymont, un pequeño pueblo en el camino y, de repente, una turba de niños se nos acerca. Se nota que tienen ¨hambre¨ de novedades, en su pueblo no hay nada más que una iglesia y el colegio. Se sienten algo intimidados, pero no lo suficiente como para no tirarse algunos pedos en presencia nuestra.
Hoy, nuestra anfitriona se va de picnic al campo con sus amigas. Cuando éstas llegan, nos obsequian con unos regalos. Cada una de ellas había traído algo para nosotros, unos desconocidos cruzando su pueblo. Me pregunto si no reconocen en nosotros algo del alma aventurera de su amiga.
Esto viene a recordarnos que, en un viaje como el nuestro, no puedes planificar todo en detalle- ni la ruta, ni el tiempo, ni el viento-. Todo es tan inesperado que se debe vivir el momento y no debes que dejar de hacer el bien, para que lo bueno vuelva hacia ti.
Seguimos hacia North Battleford. Llegando, se nos acerca un indio loco, nos llama desde el otro lado de la carretera para enseñarnos algo interesante. Se trata una excavadora destruyendo un viejo edificio. Con el fin de que no nos preocupemos, nos explica que, las palomas que anidaban en el edificio no sufrirán porque hacía ya una semana que él se había encargado de mover sus nidos al edificio de al lado. Victor disfruta al máximo, mientras se sienta sobre el bordillo. Nos cuenta que ha viajado alrededor de 10.000km en autostop para conocer mejor los Estados Unidos. Como imaginamos, esto lo ha cambiado y le ha abierto la mente. Al despedirnos se lamenta de no tener unas hierbas dulces para hacernos un ritual tradicional indio.
Llegamos a Maymont, un pequeño pueblo en el camino y, de repente, una turba de niños se nos acerca. Se nota que tienen ¨hambre¨ de novedades, en su pueblo no hay nada más que una iglesia y el colegio. Se sienten algo intimidados, pero no lo suficiente como para no tirarse algunos pedos en presencia nuestra.
24.08.15
Hoy tenemos ¨el placer¨ de conocer al “viento de la pradera”, claro, en contra nuestra. No hay nada que lo pueda detener, no hay dónde refugiarse. La batalla es larga, cruel, agotadora. Pasamos por un pequeño pueblo y paramos un rato para descansar. Todos los habitantes se acercan a conocernos. Un hombre mayor se interesa mucho por nuestro viaje y se queda más de una hora contándonos sobre su pasado como atleta profesional. Más tarde fuimos a buscar internet, pero el único sitio para conectarse es la biblioteca y hoy se encuentra cerrada. El hombre del ayuntamiento llama por teléfono a la bibliotecaria que viene a abrirla, especialmente para nosotros. Cuando salimos ya es tarde para continuar y el viento aúlla.
El viento simplemente nos está chupando la energía de modo que paramos en el siguiente pueblo, aunque nos queden solamente 30km hasta Saskatchewan. Hoy nos acostamos pronto para poder levantarnos temprano, antes de que lo haga el viento y llegar a la ciudad. Cenamos en el camping y antes de salir, el dueño viene hacernos una oferta especial. Solo 25$ por ser nosotros, a pesar de que en la tabla pone 8$ por tienda de campaña. Todos los visitantes por aquí viajan en grandes y lujosas caravanas. Mientras estábamos comiendo observamos a un abuelo, subido a una escalerita, limpiando la chapa con el nombre de su caravana. Cuando acaba, llama a su mujer. Ella lo revisa y le dice que debe acabar de pulirlo. Y, de verdad, dos minutos más tarde salió el abuelo de la caravana con máquina de pulir en mano!
Damos una vuelta por el pueblo, buscando un sitio cómodo para acampar y al encontrar uno, aparece una pareja, que nos había visto antes. Se habían percatado de que estábamos buscando sitio y nos estuvieron buscando para invitarnos pasar la noche en el jardín de su casa. Nos preguntan todo sobre nuestro viaje y además nos piden las ropas para lavarlas.
Hoy tenemos ¨el placer¨ de conocer al “viento de la pradera”, claro, en contra nuestra. No hay nada que lo pueda detener, no hay dónde refugiarse. La batalla es larga, cruel, agotadora. Pasamos por un pequeño pueblo y paramos un rato para descansar. Todos los habitantes se acercan a conocernos. Un hombre mayor se interesa mucho por nuestro viaje y se queda más de una hora contándonos sobre su pasado como atleta profesional. Más tarde fuimos a buscar internet, pero el único sitio para conectarse es la biblioteca y hoy se encuentra cerrada. El hombre del ayuntamiento llama por teléfono a la bibliotecaria que viene a abrirla, especialmente para nosotros. Cuando salimos ya es tarde para continuar y el viento aúlla.
El viento simplemente nos está chupando la energía de modo que paramos en el siguiente pueblo, aunque nos queden solamente 30km hasta Saskatchewan. Hoy nos acostamos pronto para poder levantarnos temprano, antes de que lo haga el viento y llegar a la ciudad. Cenamos en el camping y antes de salir, el dueño viene hacernos una oferta especial. Solo 25$ por ser nosotros, a pesar de que en la tabla pone 8$ por tienda de campaña. Todos los visitantes por aquí viajan en grandes y lujosas caravanas. Mientras estábamos comiendo observamos a un abuelo, subido a una escalerita, limpiando la chapa con el nombre de su caravana. Cuando acaba, llama a su mujer. Ella lo revisa y le dice que debe acabar de pulirlo. Y, de verdad, dos minutos más tarde salió el abuelo de la caravana con máquina de pulir en mano!
Damos una vuelta por el pueblo, buscando un sitio cómodo para acampar y al encontrar uno, aparece una pareja, que nos había visto antes. Se habían percatado de que estábamos buscando sitio y nos estuvieron buscando para invitarnos pasar la noche en el jardín de su casa. Nos preguntan todo sobre nuestro viaje y además nos piden las ropas para lavarlas.
25.08.15
Conseguimos levantarnos antes del viento y podemos ver la ciudad como un espejismo. A 30km de distancia, la silueta de Saskatchewan se contorna en el horizonte pero parece que no podamos llegar, como si no existiera. Aquí, en estas interminables praderas se dice, un poco en broma, que si tu perro se escapa, lo podrás observar cómo se va alejando durante días.
Al final llegamos a la casa de nuestros anfitriones. Nunca nos había pasado eso de llegar tan temprano, podemos descansar de lujo. Cuando Erik y Luret, nuestros anfitriones, vuelven de trabajo nos preparan una cena deliciosa. Resulta que son franceses, así que la comida es de lo mejor. Bebemos vino, picamos queso y escuchamos música, como si nos hubiéramos teletransportado a Francia por unas horas.
Conseguimos levantarnos antes del viento y podemos ver la ciudad como un espejismo. A 30km de distancia, la silueta de Saskatchewan se contorna en el horizonte pero parece que no podamos llegar, como si no existiera. Aquí, en estas interminables praderas se dice, un poco en broma, que si tu perro se escapa, lo podrás observar cómo se va alejando durante días.
Al final llegamos a la casa de nuestros anfitriones. Nunca nos había pasado eso de llegar tan temprano, podemos descansar de lujo. Cuando Erik y Luret, nuestros anfitriones, vuelven de trabajo nos preparan una cena deliciosa. Resulta que son franceses, así que la comida es de lo mejor. Bebemos vino, picamos queso y escuchamos música, como si nos hubiéramos teletransportado a Francia por unas horas.

26.08.15
Hoy es el día de nuestra segunda presentación y se cumplen exactamente 3 meses desde nuestra salida de Bulgaria. Tenemos todo el día entero para prepararnos. Hornear pan para los invitados es un placer en esta cocina francesa. Sale muy rico, seguramente tiene que ver con todo lo que nuestros amigos preparan en esta cocina.
Hoy calculamos muy bien el tiempo, incluso nos sobra un rato para ir a buscar una tienda turca donde comprar los productos necesarios para preparar un tipo de empanada tradicional búlgara. Ayer nuestros anfitriones nos preguntaron si podíamos prepararles algun plato típico de Bulgaria y, ya que la presentación acabará tarde, hacer una empanada búlgara nos parece una idea adecuada. Por desgracia, en la tienda turca no hay queso búlgaro, pero el de Macedonia se le parece bastante. Llegamos a la presentación a tiempo, en realidad nos queda más de hora y media. Por primera vez tenemos tiempo más que suficiente para disfrutar del paseo por la ciudad. Bueno, esta ciudad no es muy interesante, está falta de historia y de personalidad. Simplemente era necesaria allí, donde está ubicada, así que la construyeron siguiendo un modelo.
Ya es la hora de la presentación y los invitados comienzan a llegar. Nos alegra ver que también hay gente joven. Antes de empezar, nos entrevistan para el periódico local, todo empieza tener una pinta más oficial, incluso habrá una transmisión en directo por la radio. Comentamos que lo más impactante para nosotros, es cómo se desperdicia la comida.
Tras la presentación, muchos de los invitados se quedan a charlar un rato más. Comentan qué les ha gustado más de nuestro viaje y lo de la idea de reciclar, uno de los lemas del viaje. Quienes más impresionados estaban era una joven pareja. Nos explican que tienen planeado de viajar de Vancouver a México City. Comentan que les ha encantado el sentido de libertad que transmite nuestra aventura. Tienen un regalo para nosotros, un pequeño regalo que representa nuestros tres meses de viaje.
Volvemos a la casa de Erik y Loret y empezamos preparar la empanada bulgara, que nos quedó deliciosa. Todos comen la empanada con cuchillo y tenedor menos yo que, siguiendo el estilo tradicional búlgaro, me la como con las manos.
Hoy es el día de nuestra segunda presentación y se cumplen exactamente 3 meses desde nuestra salida de Bulgaria. Tenemos todo el día entero para prepararnos. Hornear pan para los invitados es un placer en esta cocina francesa. Sale muy rico, seguramente tiene que ver con todo lo que nuestros amigos preparan en esta cocina.
Hoy calculamos muy bien el tiempo, incluso nos sobra un rato para ir a buscar una tienda turca donde comprar los productos necesarios para preparar un tipo de empanada tradicional búlgara. Ayer nuestros anfitriones nos preguntaron si podíamos prepararles algun plato típico de Bulgaria y, ya que la presentación acabará tarde, hacer una empanada búlgara nos parece una idea adecuada. Por desgracia, en la tienda turca no hay queso búlgaro, pero el de Macedonia se le parece bastante. Llegamos a la presentación a tiempo, en realidad nos queda más de hora y media. Por primera vez tenemos tiempo más que suficiente para disfrutar del paseo por la ciudad. Bueno, esta ciudad no es muy interesante, está falta de historia y de personalidad. Simplemente era necesaria allí, donde está ubicada, así que la construyeron siguiendo un modelo.
Ya es la hora de la presentación y los invitados comienzan a llegar. Nos alegra ver que también hay gente joven. Antes de empezar, nos entrevistan para el periódico local, todo empieza tener una pinta más oficial, incluso habrá una transmisión en directo por la radio. Comentamos que lo más impactante para nosotros, es cómo se desperdicia la comida.
Tras la presentación, muchos de los invitados se quedan a charlar un rato más. Comentan qué les ha gustado más de nuestro viaje y lo de la idea de reciclar, uno de los lemas del viaje. Quienes más impresionados estaban era una joven pareja. Nos explican que tienen planeado de viajar de Vancouver a México City. Comentan que les ha encantado el sentido de libertad que transmite nuestra aventura. Tienen un regalo para nosotros, un pequeño regalo que representa nuestros tres meses de viaje.
Volvemos a la casa de Erik y Loret y empezamos preparar la empanada bulgara, que nos quedó deliciosa. Todos comen la empanada con cuchillo y tenedor menos yo que, siguiendo el estilo tradicional búlgaro, me la como con las manos.
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